Hoy queremos hablarte de marcas de vino.

Llevamos varios meses leyendo sobre la tradición vinícola de España. Paralelamente, hemos reflexionado sobre lo que significa para nosotras la experiencia del vino. No somos entendidas en vino, ni mucho menos. Hay un buen número de personas consumidoras de vino que tampoco son entendidas. Otras tantas, aun conociendo bien el núcleo del producto, prefieren dejarse llevar por las sensaciones. Y esas sensaciones empiezan a fluir en el momento en que toman una botella entre las manos.

Esas sensaciones, lejos de acabar ─o llegar a su momento culminante─ cuando una llena la copa, brinda, charla y comparte, perduran en el tiempo, trayendo aromas, sabores y vivencias a través del recuerdo.

Hemos hecho una lista, cada una, con las cinco marcas de vino que más nos han impactado a lo largo de nuestras vidas. Explicamos el porqué de cada una. Esperamos que estas reflexiones sean de utilidad para análisis posteriores.

¡Vamos allá!

Empieza la que escribe este artículo (Judith Bosch).

 

1. Legaris

Lo probé por primera vez en una comida con un amigo, en el año 2007. Fue en un restaurante de Santa Brígida, Gran Canaria (mi tierra linda). La botella me pareció muy elegante y enseguida asocié el nombre del vino con la experiencia en boca. Se trata de un vino con cuerpo y un regusto final a regaliz que me enamora. Desde ese momento se convirtió en mi vino favorito. Creo que la composición gráfica de la botella, el propio nombre y la tipografía facilitan el recuerdo de esta experiencia y, como resultado, el recuerdo de la marca. Genera impronta, al menos, en mi caso, así ocurrió. No he experimentado con él nunca aquello de «Pidamos ese vino que estaba tan bueno y no me acuerdo cómo se llamaba». Todo lo contrario, recuerdo su nombre desde el primer día. Me resulta sencillo identificar la botella cada vez que quiero comprarlo.

2. Marqués de Cáceres

Lo probé por primera vez cenando en casa de una amiga. Fue en el año 2008, en Las Palmas de Gran Canaria. El color y la etiqueta me parecieron muy contundentes. Me dije enseguida: «Este vino tiene que tener cuerpo». Degustarlo le aportó solidez a esta intuición a primera vista y cerró la experiencia. Mientras cenábamos y charlábamos pensaba: «Este es un vino para llevar a una cena y acertar sin complicaciones». Lo sigo pensando ahora y, al igual que me pasó con Legaris, jamás he olvidado su nombre. Reconocerlo en el lineal me resulta muy sencillo.

3. El perro verde

Lo probé por primera vez comiendo con mi pareja en un restaurante de Castelldefels, en 2014. Recordaba haberlo oído nombrar antes a un amigo. Estábamos hablando de verdejos y no me acordaba del nombre de uno que me encantaba. ¿Ves a lo que me refiero? Eso es terrible. Facilitarle a la consumidora una experiencia que quiera repetir y luego frustrarla es fatal. Espera, que voy a buscar en Google ese verdejo al que me refiero y cuyo nombre sigo sin recordar. Es BERMEJO de Lanzarote, que no tiene nada que ver con los verdejos 🙁 🙁 🙁

No es aconsejable usar nombres que se acerquen a la fonética de una denominación de origen. La consumidora va a escuchar esta denominación muchas veces y probablemente la use por accidente para mentar el nombre de tu bodega 🙁 ¡Así no encontraba el BERMEJO, buscando verdejos!

En la conversación, después de nombrarme verdejos y no encontrar el que yo quería decir (obvio), me recomendó El perro verde. Es un nombre que memorizas con mucha facilidad: el animal resalta en el contexto. No es un toro, un grifo, un dragón, que son más utilizados. Por otra parte, enseguida asocias verde con verdejo: Perro verde, verdejo.

Así que, cuando en aquel restaurante de Castelldefels pregunté por vinos blancos y el camarero me dijo «Tenemos Perro verde, que está muy rico», recordé esa conversación con mi amigo, las ganas que tenía de probarlo y dije que sí en el acto.

ME ENCANTÓ EL VINO Y ME ENCANTÓ LA EXPERIENCIA COMPLETA. El genial diseño de la etiqueta, la ilustración y la composición de colores, que ya es experiencia en sí, aporta valor a las sensaciones que te deja el producto en boca. Es dulce, pero tiene un punto sensual, ácido y aromático. No sé explicar, ya te digo que de vinos entiendo poco, pero visualizando el nombre y la botella (en la mente, sin ayuda de Google), recuerdo perfectamente el sabor delicioso y el sueño bohemio que evoca. ME ENCANTA ESE VINO. Me encanta poder reconocerlo, tenerlo dentro como una experiencia más de mi persona y poder volverlo a pedir cuando quiera.

4. Caperucita tinta

Lo compré a principios de 2015 si no recuerdo mal. Lo vi en el Mercadona, en promoción, y el diseño de su etiqueta me atrajo sin remedio. No me gustó que fuera tan barato; creo que costaba menos de dos euros (acabo de mirar. Salía por un euro y sesenta céntimos).

Dudé en comprarlo por el precio. Sin embargo, la etiqueta pudo más y lo llevé a casa.

NUNCA MÁS.

Anodino, sin cuerpo, creo que incluso me disgustó el regusto que deja. Y creo que si hubiera costado más de dos euros, me habría gustado más. Hay un componente psicológico en las sensaciones que te producen los vinos en relación a su precio que no podemos olvidar nunca. Este componente está más que demostrado. Aparte, hablando de mi persona en particular, es difícil que un vino tan barato me deje buen recuerdo, solo por la disposición que tengo a que sea malo. Creo que hay barreras que no debemos cruzar a la hora de comercializar un vino que queremos que sorprenda. Creo, personalmente, que ponerle un precio inferior a los dos euros es una de estas barreras 🙁

Siempre recordaré Caperucita tinta por la experiencia: ¡Uala qué etiqueta! + Uy, qué barato + Neh. Y es un mal recuerdo.

Me siento como engañada o desilusionada. Lo sé, es inexplicable, pero siento algo parecido al engaño. No sé si ese sentimiento de engaño radica en la poca calidad del núcleo del producto en relación al diseño de la etiqueta (apreciación personal de no entendida. Aprecié poca calidad) o en la poca calidad que percibí en consonancia con el precio, que no me gustó nada. Caperucita tinta, por otro lado, es un nombre que se queda con muchísima facilidad, sobre todo después de ver la etiqueta. La asociación de ideas te genera experiencia por sí misma. Encima, siendo mezcla de Tempranillo y Syrah (esta última es una de mis variedades favoritas), tenía todos los números para haberme encantado. Impacto, sí, pero para mal 🙁

5. Monastrellissimo

No recuerdo el nombre ni a palos. He tenido que buscarlo ahora para escribirlo aquí. Sí recuerdo perfectamente y para siempre que el texto de la botella es irreverente hasta tomártelo como fake. Lo vi en mi pequeño grupo de Facebook de profesionales de la filología y me quedé planchada. No creo que pueda olvidar nunca esa experiencia. Sin embargo, pese a resultar impactante, no la entiendo como una experiencia positiva. Quiero probar el vino, por curiosidad, pero no me he molestado en buscarlo para comprarlo, ni lo haré. La botella, al margen de la locura del reverso, no me transmite nada. Me dice algo así como: «tiene uva y emborracha, que es todo lo que necesitas saber». No, yo no necesito saber solo eso. Probablemente no sea target de la marca. Tal vez la marca se dirija a gente más joven, más irreverente, que podría apreciar más el mundo del vino, pero lo asocia a cierto postureo, pijoteo… No sé, habría que preguntarles a los creativos qué objetivos tenían. Desde luego, si pretendían que se hablara de él, lo consiguieron con creces.

Y hasta aquí mi lista. ¡Vamos a por la lista de Daniel Zapata S!

1. Librottiglia

Esta marca me llamo la atención por la ingeniosa manera con la que ha unido dos mundos tan cercanos como son los vinos y los libros. ¿Quién no ha degustado en algún momento un buen vino mientras lee a su autor/a favorito/a? Por tanto, qué mejor que llevarte «el libro a tu botella» para que enriquezcas la experiencia y la recuerdes siempre de la mano de una buena historia.

2. kreatuur-kombinasiekis por De kleine wijn koop 

Hay muchas formas de contar historias. ¿Por qué no conectar con el público y trasmitir tu esencia a través de tu propia mitología?
Cuando vi estas etiquetas, lo primero que me vino a la mente fue: «¿Qué animales son esos?». Luego me sorprendí gratamente descubriendo que eran animales propios. La marca creó su propia mitología de animales fantásticos para diferenciar sus presentaciones, además con un acabado estilo vintage excelente. Considero que es un recurso muy potente que puede crecer con el tiempo.

3. Finca de La Rica

Si, como parte de tu esencia, destilas diversión e inteligencia, ¿por qué no buscar una manera divertida e inteligente de que te recuerden? Eso hizo la bodega Finca de la Rica, que invita a sus clientes a jugar con cada botella de vino. Me ha parecido una forma muy interesante de ser recordados por mucho tiempo. Al final, ¡La experiencia lo es todo! Por eso me ha encantado el trabajo de branding de este vino.

4. Motif

Me ha impactado y me ha emocionado su personalidad divertida, dinámica y moderna, con una imagen que anticipa la explosión de sabores de cada una de sus propuestas. Simplemente, genial.

5. Vom löss 2015 de pollerhof

Su presentación con imitación de tierra en la botella me resultó llamativa y estimulante. Frontalmente no necesita etiqueta alguna para destacar sobre el resto. Si la viera en un lineal, la agarraría para tener esa experiencia en las manos. Solo le falta una etiqueta trasera que describa el producto de manera coherente con ese impacto a primera vista y ¡listo!

Deseamos que te haya gustado la entrada. Si te dedicas al mundo del vino y quieres compartir con nosotros ideas y experiencias, ponte en contacto, que estaremos encantados de reunirnos contigo, aprender y enriquecernos mutuamente. Si te gustan los vinos o bueno… te apetece probar y pensar qué marcas te han impactado y porqué, estaremos encantados de que nos lo cuentes en un comentario a este post y lo comentaremos juntos <3

Un abrazo y ¡a por febrero!, que está a la vuelta de la esquina 😉

Daniel Zapata

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